A diario veo pacientes. Pacientes testigos de disparos, Pacientes víctimas de robo y secuestro, Familias sin dinero para costear tratamientos psicológicos o psicoeducativos, buscadores incansables de medicinas, pañales o alimentos, Pacientes perdidos en los vericuetos de un sistema incapaz de darle respuesta a sus necesidades de salud, ni mental ni física. Pacientes en un contexto que supera, en muchas ocasiones, su capacidad para tomar el control de sus vidas y tomar decisiones. Los entiendo. Los escucho.Tienen el derecho y el deber de transformar su queja sorda en una demanda clara y una meta plausible. El acompañamiento terapéutico conduce a la resilencia desde el contacto y la elaboración de nuestras vivencias, no desde la negación de estas. Ese es mi trabajo. A veces, en algunos giros sutiles que dan las conversaciones, presenciales o virtuales, escucho voces que parecen colocar el peso en la “energía” o “pensamientos positivos”. A riesgo de ofender a los paladines de la autoayuda, o incluso de ser malinterpretada por amigos y conocidos, me atrevo a decir que no en toda circunstancia valen los principios de “ponerle …