Hace unos años, viviendo en Mallorca, mi gran amigo Sergio me preguntaba – ¿Rosario, qué es lo que más extrañas de Venezuela? La pregunta no era sobre la familia o los amigos, que sería una obviedad. Me preguntaba sobre el país. Se me vino a los oídos el sonido que más echaba de menos: el de los niños, en multitud, saliendo de la escuela. El olor de cabecitas sudadas que salen del patio de algún colegio, los niños que corren, te empujan sin querer y van a sus casas. Esas manadas en las que rapidamente, entre risas, descubrimos que somos un país con muchos más niños que adultos. Era un sonido lo que extrañaba. En Mallorca yo caminaba por las calles, recorría lugares hermosos, había muchos parques bonitos para niños, pero yo extrañaba la risa de los niños en su conjunto. Me parecía realmente raro el silencio casi adulto de los parques. Y los pocos niños que veía en la calle. Esa conversación me hizo contactar con otras pérdidas. Mi recuerdo de la risa de los …