Es como una suerte de cumpleaños. Miro hacia adentro y me siento satisfecha. No creo que la frase “empezar de cero” me describa: nunca he empezado desde cero. He empezado sin muebles, sin familia ni amigos cerca, pero con suficientes herramientas en mi maleta como para construir una vida llena de amores. Amor de pareja, de familia, amor por mis proyectos personales y por quienes me rodean. Así que hace dos años no empecé de cero, pero sí empecé de nuevo. La primera vez que fui a Meersburg, una ciudad de película al borde del Bodensee (lago Constanza) me detuve frente a una tienda de sombreros que hay en una esquina de ensueño, en la que en verano las flores caen como cascadas desde las ventanas. Los quería todos y me enamoré de uno. Quería ir en vestido y con sombrero disfrutando del sol. Ya tenía el vestido puesto ¡solo me faltaba el sombrero! No podía comprarlo, pues las prioridades eran otras: empezar a equiparnos con ropa para el invierno. La coquetería veraniega podía esperar. …